Legado de nuestra historia
Los Arcos
de Querétaro
Los Arcos de Querétaro, es uno de los legados históricos más importantes del estado, y una obra de ingeniería que en su momento representó todo un acontecimiento para los queretanos del siglo XVIII y es uno de los monumentos más emblemáticos del estado.
Sus mil 280 metros de longitud fueron construidos en 12 años, gracias a las aportaciones de doña Ana Paola Guerrero, Marquesa de la Villa del Villar del Águila, quien destinó de su fortuna personal la cantidad de 88 mil pesos para la obra, y los restantes 37 mil pesos del costo total, fueron aportados por los vecinos de la época.
Aunque se le reconoce la aportación a su esposo, la realidad es que todo fue hecho por la gracia de Doña Paola, según asegura el cronista de Querétaro, Andrés Garrido del Toral.
Los problemas con el agua que vivieron los queretanos del siglo XVII fueron significativos, ya que los manantiales que surtían al pueblo, se fueron secando paulatinamente.
En ese entonces se carecía de un eficaz y saludable servicio de agua potable, pues los viejos canales y cañerías que surtían a la ciudad, conducían aguas sucias y malsanas, contaminadas por los obrajes y toda clase de residuos que llegaban hasta los canales.
Otra manera en el que se surtían del vital líquido, era a través del Río Querétaro, sin embargo esta no era potable y estaba igualmente contaminada casi por las mismas razones.
El problema fue tomado por las autoridades y tras analizar diversos manantiales aledaños a la población, para ver de donde podían surtir de agua potable, decidieron que el más conveniente sería el llamado Ojo de Agua del Capulín, por un árbol de ese nombre que ahí estaba, en el poblado de La Cañada.
Una vez iniciada la construcción en el año de 1726, se comenzó a colocar la cantera rosada y mampostería de piedra para concluirse el 22 de octubre de 1735, cuando el agua finalmente llegó a la Plazuela del Convento de La Cruz en el cerro del Sangremal, pero no fue hasta el 17 de octubre de 1738 que se dio por terminada la obra, por lo que se cantó una misa de gracias el 29 de octubre de 1738.
La Obra completa no son sólo los arcos que están a la vista, ya que está dividido en 3 partes:
La primera es el canal de inicio llamado actualmente el Socavón, el cual mide 5 kilómetros y pasa por debajo de las casas de Hércules y debajo de la carretera Querétaro Tequisquiapan.
La segunda parte es la arquería que mide mil 300 metros de longitud, en donde corre un caño de 1.10 metros de ancho promedio sobre sus 74 arcos de cantera rosada, cuya altura máxima es de 28.42 metros (sobre el nivel del terreno).
La tercera parte es el canal final, que corre desde la arquería y continúa sobre un muro por unos 430 metros más hasta el Convento de La Cruz. Ya dentro del convento existe otro pequeño arco antes de los aljibes de almacenamiento. La fuente o pila del león, está otros 170 metros más adelante y es el punto final.
Desde hace muchos años a los jóvenes les gustaba arriesgarse a deambular sobre la parte superior, como parte de un reto o una aventura, hubo incluso quien lo hizo en bicicleta.
Desafortunadamente, tambien la historia de este monumento ha sido escenario de sucesos trágicos que han conmocionado a la sociedad queretana, como ya que por lo menos en los últimos tiempos se han suicidado varias personas.
Con los años se han realizado diversas obras a lo largo de su existencia; en un principio pasaban las vías del tren por debajo de uno de sus arcos, en otra época había un canal de riego que pasaba por un costado para servicio de los cultivos de la zona.
Poco a poco se fue urbanizando y poblando cada vez más a los alrededores, en la actualidad fue creado el jardín de la familia, que lo mismo es disfrutado por turistas que por paseantes capitalinos.
Ahí se encuentran varias estatuas de bronce, como los niños jugando en la fuente, o la pareja de enamorados sentados en una banca, o la dama que pasea a su perro, o el organillero, todo un personaje del México del siglo pasado y que aun vemos de vez en cuando por las calles de la capital queretana.
En la actualidad, las jardineras de los árcos han servido como galería monumental para mostrar diferentes exposiciones escultóricas gigantes que son disfrutadas por los paseantes y automovilistas, tal es el caso de un rinoceronte de bronce de tamaño natural que se encuentra en la intersección de la Avenida Bernardo Quintana y la de los arcos, muy cerquita del jardín de la familia.
También hay otras que parecen recreaciones de las pinturas del maestro Picaso, que son enormes y forman parte de esta muestra en estos momentos.
Los arcos de Querétaro son parte del patrimonio histórico y cultural del pueblo, y sin duda un lugar obligado para quienes nos visitan desde otras partes del país o del mundo, en el que se pueden pasar muchas horas de esparcimiento, contemplación y romanticismo para las parejas de enamorados.
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