Para quienes visitan la Ciudad de México, una parada obligatoria sin duda es el Museo del Palacio de Bellas Artes, un edificio de mármol blanco que destaca en el centro de la ciudad, justo a un costado de su Alameda Central.
Esta construcción fue realizada a principios del siglo XX, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México y el programa de obras que buscaba embellecer la ciudad.
Lo anterior durante el mandato del entonces presidente de la República, Porfirio Díaz, quien encargó al arquitecto italiano, Adamo Boari, el levantamiento de un nuevo Teatro Nacional que remplazara al antiguo.
En ese entonces, se eligió el predio que ocupaba el Convento de Santa Isabel, este proyecto fue coordinado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y tuvo distintas fases de construcción.
La construcción se llevó a cabo en distintas etapas, la primera se realizó de 1904 a 1912, en donde se hicieron los cimientos y el exterior del edificio.
El arquitecto Adamo Boari siguió los parámetros del “Nuevo Arte Decorativo Moderno”, conocido internacionalmente como Art Nouveau.
En la estructura del edificio utilizó acero y concreto, técnica que era considerada novedosa; y revistió el esqueleto metálico de mármol.
Las esculturas de las fachadas, todas en mármol de Carrara, fueron encargadas a los artistas extranjeros Leonardo Bistolfi, André Allar y Gianetti Fiorenzo, mientras que las esculturas de bronce de la cúpula fueron diseñadas por el artista húngaro Géza Maróti.
El plazo para concluir las obras era de cuatro años, sin embargo, los trabajos no se finalizaron debido a que las características del suelo no soportaron la estructura del edificio y el presupuesto inicial fue excedido.
Durante este periodo, el edificio sufrió los estragos de la convulsión del país, y junto con ello el estallido de la Revolución Mexicana en 1910, por lo que la construcción fue interrumpida.
La continuación de la obra tuvo que esperar más allá del fin de la revolución, por lo que los trabajos se reanudaron en 1928, con el arquitecto mexicano Federico Mariscal como director de obras.
En esta segunda etapa se distinguió por el cambio de estilo en la decoración interior siguiendo los parámetros del Art Déco, así como por el uso de materiales como ónix y mármol.
Los detalles de herrería dentro del recinto fueron diseñados por Edgar Brandt, ejemplo de su trabajo son las lámparas que rematan con la representación de Chaac, el dios maya de la lluvia.
De 1932 a 1934, el ingeniero Alberto J. Pani, entonces secretario de Hacienda impulsó la última etapa de construcción. Se transformó a manera que funcionara como foro nacional para las artes escénicas y plásticas.
Fue entonces cuando recibió el nombre de Palacio de Bellas Artes. Finalmente, fue inaugurado el 29 de septiembre de 1934 como un recinto único en su género.
Al principio, el Museo del Palacio de Bellas inició bajo el nombre de Museo de Artes Plásticas, siendo en su momento como el primer museo de arte en México.
En sus postrimerías, se exhibieron objetos artísticos para su contemplación. En su acervo se incluían desde piezas del siglo XVI, hasta los murales realizados en 1934 por Diego Rivera y José Clemente Orozco, así como una sala de escultura mesoamericana, otra de estampa mexicana y un Museo de Arte Popular que albergaba la colección de Roberto Montenegro.
En sus primeros años, para ser específicos en 1947, aprovechando la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes, el museógrafo y promotor cultural Fernando Gamboa y los pintores Julio Castellanos y Julio Prieto modificaron el proyecto y su nombre cambió a Museo Nacional de Artes Plásticas, el cual incorporó un extenso programa educativo y un vasto plan de publicaciones que promovían la riqueza artística nacional.
A partir de 1968, las salas de exhibición del Palacio se conocen como Museo del Palacio de Bellas Artes. Su colección nutrió los acervos del nuevo sistema de museos en México compuesto por recintos como el Museo de Arte Moderno, la Pinacoteca Virreinal, el Museo Nacional de San Carlos y el Museo Nacional de Arte. A partir de entonces, el museo se ha encargado de constituir la principal plataforma de acción y espacio de exhibición de artistas nacionales e internacionales, a través de sus exposiciones temporales.
De la enorme colección que albergó durante la primera mitad de su historia, el Museo del Palacio de Bellas Artes actualmente exhibe de forma permanente diecisiete obras murales de siete artistas nacionales ejecutadas entre 1928 y 1963, mantiene un intenso programa de exposiciones temporales, cuenta con un sello editorial que difunde las investigaciones más relevantes en torno al arte nacional e internacional, y ofrece una gran cantidad de actividades para todo tipo de público.