Deja muerte y devastación en la región
Sagaing, Myanmar – A mediodía, cuando la vida transcurría con aparente normalidad en el centro de Myanmar, la tierra tembló con una furia difícil de olvidar. Eran exactamente las 12:00 del día, hora local (06:00 GMT), cuando un terremoto de magnitud 7,7 sacudió con violencia no solo a este país del sudeste asiático, sino también a regiones de Tailandia, India y el suroeste de China.
El epicentro, según confirmó el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), se localizó a apenas 16 kilómetros al norte de la ciudad de Sagaing, muy cerca de Mandalay, la segunda ciudad más importante de Myanmar. Allí, donde la tierra se partió en un estremecimiento brutal, comenzó una jornada que pasará a la historia por su tragedia.
Las primeras imágenes que comenzaron a circular mostraban calles convertidas en escombros, columnas de humo elevándose entre los restos de edificios, y rostros cubiertos de polvo, miedo y desesperación.
Las autoridades locales reportaron, hasta el momento, al menos 144 personas fallecidas y más de 732 heridas, aunque advirtieron que estas cifras podrían incrementarse en las próximas horas, mientras continúan las labores de rescate en distintas zonas colapsadas.
«Es una escena de horror. Hay familias atrapadas bajo lo que antes eran sus hogares», declaró entre lágrimas un socorrista voluntario en Mandalay.
Efectos en la región
El sismo no respetó fronteras. En Bangkok, capital de Tailandia, la tierra también tembló con fuerza. Allí, un rascacielos en construcción se desplomó, cobrando la vida de al menos tres personas. Las autoridades tailandesas indicaron que 81 obreros están desaparecidos, lo que ha movilizado a equipos de emergencia en una carrera contrarreloj.
En India y el suroeste de China, el movimiento también se sintió con intensidad, aunque sin reportes de víctimas mortales hasta el momento. Sin embargo, varias ciudades registraron evacuaciones masivas y cortes eléctricos.
Una región en vilo
Myanmar, golpeada por conflictos internos y con infraestructura limitada en varias zonas, enfrenta ahora una crisis humanitaria agravada por el desastre natural. Las telecomunicaciones son intermitentes y muchas rutas de acceso están bloqueadas.
Desde distintas partes del mundo comienzan a llegar mensajes de solidaridad y ofrecimientos de ayuda. Sin embargo, la urgencia es inmediata. Los hospitales están saturados, y los rescatistas trabajan sin descanso entre los escombros, con la esperanza de encontrar sobrevivientes.
La tierra se ha movido, y con ella ha dejado una herida abierta en el corazón de millones. Mientras las cifras crecen y los cuerpos se recuperan, Myanmar y sus vecinos intentan comprender el alcance real de la tragedia. Y en medio de ese caos, la esperanza, aunque frágil, sigue latiendo entre los escombros.
