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Dicen que las administraciones municipales son el reflejo de los valores que enarbolan sus líderes. En #EzequielMontes, nos han vendido la idea de una administración ejemplar, basada en «disciplina, honestidad, lealtad y buen trato a los ciudadanos». Un lema que, hasta hace poco, parecía sacado de un manual de virtudes cívicas. Pero, como diría el refrán popular, «del dicho al hecho hay un gran trecho».
En la madrugada, mientras los ciudadanos descansaban confiados en esa promesa de honestidad y buen gobierno, ocurrió un incidente digno de un guion de comedia negra. Una patrulla municipal, símbolo del orden y la autoridad, decidió que la disciplina era opcional y chocó contra un tráiler en la avenida principal del municipio. Lo que vino después fue aún más sorprendente: en lugar de asumir la responsabilidad y dar la cara, el conductor huyó de la escena como si fuera protagonista de una película de acción… o mejor dicho, como si fuera el delincuente que debería estar persiguiendo.
Este acto, además de indignante, pone sobre la mesa un tema que parece ser recurrente en muchas administraciones: el manejo del patrimonio público. Porque, no lo olvidemos, esa patrulla no es del alcalde ni del funcionario de turno, es de los ciudadanos. Sí, de usted, de mí, de todos los que pagamos impuestos para que estos vehículos sean utilizados en beneficio de la comunidad y no para protagonizar escapadas nocturnas al mejor estilo de una novela policiaca.
¿Dónde quedó la honestidad que tanto se presume? ¿Y la lealtad a los ciudadanos que financian el patrimonio municipal? La realidad es que con cada acto como este, no solo se daña un vehículo, sino que se hiere la confianza de la población en sus autoridades.
Lo peor es que, mientras el conductor de la patrulla escapaba, el daño ya estaba hecho. El tráiler involucrado, los daños materiales y, por supuesto, la humillación pública de ver cómo las promesas de buen gobierno se desmoronan frente a la evidencia de un acto irresponsable.
Pero no todo está perdido. Al menos, esta administración nos deja algo para reflexionar: en #EzequielMontes, la disciplina parece ser solo un eslogan; la honestidad, un concepto relativo; y el buen trato a los ciudadanos, una utopía que aún está lejos de alcanzarse.
Eso sí, no olvidemos compartir esta historia para que más ciudadanos estén al tanto de lo que ocurre en este municipio. Porque, al final del día, nuestra única herramienta contra estas malas prácticas es la información. Mientras tanto, seguiremos esperando que el alcalde y su equipo hagan algo más que discursos vacíos y se ocupen de devolvernos no solo el patrimonio perdido, sino también la confianza que, hasta ahora, han dejado en el olvido.
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