Tercera entrega de la Novela

La Muñeca Rota 3

 

Capítulo I

El juego inicial

Segunda parte

—También antes de iniciar la sesión tenemos que tener en claro qué es lo que vamos a hacer en ella, podemos preguntar sobre el pasado, el presente o el futuro, para no estar divagando mientras estamos en el ritual.

—Oye, ¿pero tu papá no va a llegar pronto? –le preguntó María en tono de preocupación.

—No se preocupen de eso, mi padre no llega hasta muy entrada la noche, hay veces que ni siquiera sé a qué hora entra o sale, y otras de plano no viene por aquí –dijo Juana con un tono que rayaba en la indiferencia–. Entonces, si todas están de acuerdo, vamos a comenzar con limpiar el ambiente energético para iniciar la sesión –y prendió las velas, que colocó en forma circular al pie de su cama, después tomó el incienso y lo colocó en una maderita en el cual la delgada vaina encajaba perfectamente. Posteriormente colocó la tabla de la güija en el centro y sobre la misma un puntero triangular hecho de un material que parecía hueso, una especie de triángulo ovalado en la parte de abajo, y muy cerca de la punta un círculo hueco en el que se podían ver las letras de la tabla a través.

—Colóquense dentro del círculo y tómense de las manos –diciendo esto extendió sus manos a los costados para tomar la de Lourdes a su izquierda y la de María a su derecha, mientras Patricia cerraba el circulo frente a Juana–. Ahora respiren conmigo 3 veces de manera profunda y todas al mismo tiempo, para concentrarnos en la experiencia que estamos a punto de iniciar. Visualicen una burbuja de luz como si apareciera del interior de la güija, imagínense que se va haciendo cada vez más y más grande, saliendo del interior de la tabla y que nos va envolviendo hasta cubrir toda la habitación. Repintan conmigo: “Espíritus del más allá, les invocamos para que acudan a nosotras para que nos muestren lo que hay más allá de lo que nuestros ojos perciben, que nos hablen del pasado con claridad, del presente con entendimiento y nos abran la ventana del futuro para saber lo que nos depara el destino; juntas estamos en esto y juntas permaneceremos hasta encontrar la verdad que nos muestren, y nos comprometemos a no cerrar el círculo que estamos abriendo para no dejar que nada ni nadie nos haga flaquear en lo que ustedes nos mostrarán”.

Mientras esto hacían las chicas, las respiraciones seguían siendo profundas y pausadas, la voz de Juana les parecía cada vez más intensa al interior de sus cabezas y sentían como que entraban en un trance profundo. No sabían si era su imaginación o de verdad la habitación se iluminaba intensamente, cubriendo todo con una burbuja que cada vez se hacía más y más grande mientras escuchaban la voz de la anfitriona de la casa, hasta que, después de unos segundos, les pidió que abrieran los ojos y sintieron cómo les deslumbraba la luz, que ahora parecía más intensa.

El olor a incienso y el humo cubrían el ambiente con una delgada capa que invadía la habitación. El cuarto donde dormía Juana era pequeño, en diferentes repisas tenía pequeños objetos antiguos que le deban un aspecto lúgubre y ella pensaba que muchos de esos objetos eran realmente mágicos. Tenía un péndulo que ocupaba un lugar en una caja que le servía de taburete a un costado de su cama, que compartía espacio con una bola de cristal, una olla de hierro como caldero pequeño y algunos libros que parecían novelas viejas pero que en realidad eran de magia y se las habían regalado. Llamaba la atención una escoba de vara en un rincón, de esas clásicas que se decía usaban las brujas en la antigüedad para volar, pero ella solo la tenía como objeto de colección porque en realidad ni era mágica, ni volaba, pero era parte de una decoración antigua que daba al cuarto un aspecto misterioso, lúgubre, como si se tratara de la casa de una bruja.

A un costado de su de su cama tenía un taburete donde había varios objetos –parecía los que más apreciaba–, entre ellos una pequeña muñeca de esas antiguas que parecen de porcelana, de apenas 30 centímetros de alto, con un vestido muy elegante y un sombrero que le daba aire señorial; solo tenía un defecto: estaba rota de su carita, fisura que parecía una cicatriz. De todos estos objetos su padre prácticamente no sabía de su existencia, ya que nunca entraba al cuarto de Juana y ella usaba un candado para evitar que alguien más entrara sin su consentimiento. Las chicas ya sabían del gusto de Juana por coleccionar objetos extraños y antiguos, pero desde la última vez que la visitaron algo había cambiado, aunque no podían saber qué era realmente.

Las chicas se sentaron alrededor de la güija, acomodándose en el piso en el interior del círculo de las velas; antes de que iniciaran las preguntas Juana les advirtió:

—Pase lo que pase, ninguna debe salirse del círculo, eso es muy importante porque si no por ahí se nos pueden escapar los espíritus o las cosas se pueden complicar –les advirtió en tono ceremonial.

Patricia y María estaban muy temerosas, pero no decían nada para evitar el ridículo o que dijeran que tenían miedo.

—Lo primero que tenemos que saber es qué vamos a preguntar, cada una podemos formular una pregunta, piensen un poco y díganme qué es lo que quieren preguntar para organizarnos y ver cómo vamos a encaminar la sesión –dijo Juana.

Todas pensaron qué preguntar en caso de que no hubiera más que una tomada de pelo de Juana.

—¿Podemos preguntar lo que sea, del pasado, presente o futuro? –dijo Lourdes intrigada.

—Sí, claro, pero tiene que ser muy concreta la pregunta, que sea más fácil contestar con un sí o un no –indicó Juana.

Lourdes tenía muchas preguntas sobre su pasado, pero lo que más le intrigaba era quién fue su padre y por qué su mamá nunca hablaba de él, qué era lo que escondía al respecto y por qué nunca se había hecho cargo de ella o simplemente por qué nunca le interesó saber de ella. A Patricia le interesaba saber lo que le deparaba el futuro, hasta donde sería capaz de llegar y si realmente podría convertirse en una persona exitosa o simplemente en una buena ama de casa con una buena familia. María quería saber si estaba en el camino correcto, si lo que había venido haciendo y en lo que creía le podía servir en su vida futura; si la relación que tiene con sus tres amigas iba a durar para siempre, si serían como hermanas toda la vida. Las intenciones de Juana iban en otro sentido, pues esperaba que aceptaran la propuesta de hacer una cofradía y pertenecer a una secta de brujas adoradoras del demonio.

—A mí me gustaría saber sobre mi padre, que nunca conocí –dijo Lourdes entusiasmada.

—Yo quiero saber sobre mi futuro, si voy a poder cumplir mis sueños –externó Patricia, imprimiendo un toque de incredulidad.

—A mí me interesa conocer si lo que estoy haciendo es lo que me llevará al éxito, expresó María.

Ninguna pensó en banalidades de las que aparentemente niñas de su edad se estarían preocupando, como el amor o cualquier cosa que se pudiera esperar de quinceañeras. El grupo se había conformado precisamente por esta razón: eran chicas más maduras a quienes la vida las había golpeado con dureza y tenían puestas sus expectativas más allá de lo que pensaban las niñas de su edad. Incluso sus cuerpos estaban más desarrollados que las demás chicas de su salón.

—Pongan todos sus dedos sobre el puntero para iniciar el juego; otra cosa muy importante es que no pueden soltar el puntero por ningún motivo, pase lo que pase –les dijo Juana indicándoles cómo debían hacerlo–. Tampoco deben tener pensamientos negativos porque eso puede traerles consecuencias terribles, deben estar lo más tranquilas posible a pesar de las respuestas que obtengan. Otra cosa, no deben obligar a ningún ente a responder algo que no desea, por lo que si eso pasa, mejor hagan otra pregunta, a ver si la quieren contestar –las advertencias sonaban más bien a amenazas, cada vez les intrigaba más ese juego y les infundía algo de miedo, pero estaban dispuestas a seguirle el paso a Juana–. ¿Quién quiere comenzar con las preguntas?

mayo 17, 2024

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—También antes de iniciar la sesión tenemos que tener en claro qué es lo que vamos a hacer en ella, podemos preguntar sobre el pasado, el presente o el futuro, para no estar divagando mientras estamos en el ritual.

—Oye, ¿pero tu papá no va a llegar pronto? –le preguntó María en tono de preocupación.

—No se preocupen de eso, mi padre no llega hasta muy entrada la noche, hay veces que ni siquiera sé a qué hora entra o sale, y otras de plano no viene por aquí –dijo Juana con un tono que rayaba en la indiferencia–. Entonces, si todas están de acuerdo, vamos a comenzar con limpiar el ambiente energético para iniciar la sesión –y prendió las velas, que colocó en forma circular al pie de su cama, después tomó el incienso y lo colocó en una maderita en el cual la delgada vaina encajaba perfectamente. Posteriormente colocó la tabla de la güija en el centro y sobre la misma un puntero triangular hecho de un material que parecía hueso, una especie de triángulo ovalado en la parte de abajo, y muy cerca de la punta un círculo hueco en el que se podían ver las letras de la tabla a través.

—Colóquense dentro del círculo y tómense de las manos –diciendo esto extendió sus manos a los costados para tomar la de Lourdes a su izquierda y la de María a su derecha, mientras Patricia cerraba el circulo frente a Juana–. Ahora respiren conmigo 3 veces de manera profunda y todas al mismo tiempo, para concentrarnos en la experiencia que estamos a punto de iniciar. Visualicen una burbuja de luz como si apareciera del interior de la güija, imagínense que se va haciendo cada vez más y más grande, saliendo del interior de la tabla y que nos va envolviendo hasta cubrir toda la habitación. Repintan conmigo: “Espíritus del más allá, les invocamos para que acudan a nosotras para que nos muestren lo que hay más allá de lo que nuestros ojos perciben, que nos hablen del pasado con claridad, del presente con entendimiento y nos abran la ventana del futuro para saber lo que nos depara el destino; juntas estamos en esto y juntas permaneceremos hasta encontrar la verdad que nos muestren, y nos comprometemos a no cerrar el círculo que estamos abriendo para no dejar que nada ni nadie nos haga flaquear en lo que ustedes nos mostrarán”.

Mientras esto hacían las chicas, las respiraciones seguían siendo profundas y pausadas, la voz de Juana les parecía cada vez más intensa al interior de sus cabezas y sentían como que entraban en un trance profundo. No sabían si era su imaginación o de verdad la habitación se iluminaba intensamente, cubriendo todo con una burbuja que cada vez se hacía más y más grande mientras escuchaban la voz de la anfitriona de la casa, hasta que, después de unos segundos, les pidió que abrieran los ojos y sintieron cómo les deslumbraba la luz, que ahora parecía más intensa.

El olor a incienso y el humo cubrían el ambiente con una delgada capa que invadía la habitación. El cuarto donde dormía Juana era pequeño, en diferentes repisas tenía pequeños objetos antiguos que le deban un aspecto lúgubre y ella pensaba que muchos de esos objetos eran realmente mágicos. Tenía un péndulo que ocupaba un lugar en una caja que le servía de taburete a un costado de su cama, que compartía espacio con una bola de cristal, una olla de hierro como caldero pequeño y algunos libros que parecían novelas viejas pero que en realidad eran de magia y se las habían regalado. Llamaba la atención una escoba de vara en un rincón, de esas clásicas que se decía usaban las brujas en la antigüedad para volar, pero ella solo la tenía como objeto de colección porque en realidad ni era mágica, ni volaba, pero era parte de una decoración antigua que daba al cuarto un aspecto misterioso, lúgubre, como si se tratara de la casa de una bruja.

A un costado de su de su cama tenía un taburete donde había varios objetos –parecía los que más apreciaba–, entre ellos una pequeña muñeca de esas antiguas que parecen de porcelana, de apenas 30 centímetros de alto, con un vestido muy elegante y un sombrero que le daba aire señorial; solo tenía un defecto: estaba rota de su carita, fisura que parecía una cicatriz. De todos estos objetos su padre prácticamente no sabía de su existencia, ya que nunca entraba al cuarto de Juana y ella usaba un candado para evitar que alguien más entrara sin su consentimiento. Las chicas ya sabían del gusto de Juana por coleccionar objetos extraños y antiguos, pero desde la última vez que la visitaron algo había cambiado, aunque no podían saber qué era realmente.

Las chicas se sentaron alrededor de la güija, acomodándose en el piso en el interior del círculo de las velas; antes de que iniciaran las preguntas Juana les advirtió:

—Pase lo que pase, ninguna debe salirse del círculo, eso es muy importante porque si no por ahí se nos pueden escapar los espíritus o las cosas se pueden complicar –les advirtió en tono ceremonial.

Patricia y María estaban muy temerosas, pero no decían nada para evitar el ridículo o que dijeran que tenían miedo.

—Lo primero que tenemos que saber es qué vamos a preguntar, cada una podemos formular una pregunta, piensen un poco y díganme qué es lo que quieren preguntar para organizarnos y ver cómo vamos a encaminar la sesión –dijo Juana.

Todas pensaron qué preguntar en caso de que no hubiera más que una tomada de pelo de Juana.

—¿Podemos preguntar lo que sea, del pasado, presente o futuro? –dijo Lourdes intrigada.

—Sí, claro, pero tiene que ser muy concreta la pregunta, que sea más fácil contestar con un sí o un no –indicó Juana.

Lourdes tenía muchas preguntas sobre su pasado, pero lo que más le intrigaba era quién fue su padre y por qué su mamá nunca hablaba de él, qué era lo que escondía al respecto y por qué nunca se había hecho cargo de ella o simplemente por qué nunca le interesó saber de ella. A Patricia le interesaba saber lo que le deparaba el futuro, hasta donde sería capaz de llegar y si realmente podría convertirse en una persona exitosa o simplemente en una buena ama de casa con una buena familia. María quería saber si estaba en el camino correcto, si lo que había venido haciendo y en lo que creía le podía servir en su vida futura; si la relación que tiene con sus tres amigas iba a durar para siempre, si serían como hermanas toda la vida. Las intenciones de Juana iban en otro sentido, pues esperaba que aceptaran la propuesta de hacer una cofradía y pertenecer a una secta de brujas adoradoras del demonio.

—A mí me gustaría saber sobre mi padre, que nunca conocí –dijo Lourdes entusiasmada.

—Yo quiero saber sobre mi futuro, si voy a poder cumplir mis sueños –externó Patricia, imprimiendo un toque de incredulidad.

—A mí me interesa conocer si lo que estoy haciendo es lo que me llevará al éxito, expresó María.

Ninguna pensó en banalidades de las que aparentemente niñas de su edad se estarían preocupando, como el amor o cualquier cosa que se pudiera esperar de quinceañeras. El grupo se había conformado precisamente por esta razón: eran chicas más maduras a quienes la vida las había golpeado con dureza y tenían puestas sus expectativas más allá de lo que pensaban las niñas de su edad. Incluso sus cuerpos estaban más desarrollados que las demás chicas de su salón.

—Pongan todos sus dedos sobre el puntero para iniciar el juego; otra cosa muy importante es que no pueden soltar el puntero por ningún motivo, pase lo que pase –les dijo Juana indicándoles cómo debían hacerlo–. Tampoco deben tener pensamientos negativos porque eso puede traerles consecuencias terribles, deben estar lo más tranquilas posible a pesar de las respuestas que obtengan. Otra cosa, no deben obligar a ningún ente a responder algo que no desea, por lo que si eso pasa, mejor hagan otra pregunta, a ver si la quieren contestar –las advertencias sonaban más bien a amenazas, cada vez les intrigaba más ese juego y les infundía algo de miedo, pero estaban dispuestas a seguirle el paso a Juana–. ¿Quién quiere comenzar con las preguntas?

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