Cuando la Dignidad de los Trabajadores se Convierte en Botín Político
En un municipio donde el discurso del «cambio» y la «justicia social» se repite como mantra, la realidad de los trabajadores sindicalizados de Cadereyta parece contar una historia muy distinta. La administración actual, encabezada por la Presidente Municipal, ha decidido que es «demasiado» el costo de las prestaciones laborales de quienes realmente mantienen funcionando el municipio. Pero, ¿es en serio? ¿Es acaso el salario de un jardinero, de un barredor, de un peón lo que desangra las finanzas municipales?
Según el presupuesto de egresos publicado en el periódico oficial La Sombra de Arteaga, el municipio destinará la no despreciable cantidad de 180 millones 459 mil 544 pesos en sueldos y prestaciones para el personal del ayuntamiento. De esta cantidad, 84 millones 71 mil 65.20 pesos serán para el personal de base, mientras que los otros casi 100 millones de pesos son un enigma entre prestaciones y pagos a otros empleados, como los de seguridad pública y otros puestos cuya claridad en el presupuesto es, por decirlo menos, nebulosa.
Pero vayamos al punto central: los trabajadores sindicalizados son los que menos ganan en esta ecuación. Estamos hablando de las personas que barren las calles, recogen la basura, mantienen en orden los edificios públicos y se encargan de que, a pesar de la ineficiencia política, el municipio siga en pie. Son 36 trabajadores que no ganan más de 8,500 pesos mensuales, o 76 trabajadores más que perciben menos de 10 mil pesos, o 29 empleados más que, con suerte, alcanzan los 11 mil pesos.
Ahora bien, de estos trabajadores, apenas poco más de 90 son sindicalizados, según las propias palabras de la Presidenta Municipal. Entonces, ¿por qué satanizarlos? ¿Por qué ponerlos en la mira del público como si fueran los grandes culpables del gasto público? ¿Acaso un trabajador de limpieza no merece un pequeño apoyo para la educación de sus hijos? ¿Acaso no tiene derecho a una despensa decente o a una celebración digna por el Día de la Madre o del Niño?
La hipocresía de este gobierno municipal se hace evidente cuando se comparan los sueldos de los directivos y altos funcionarios. Tan solo 61 trabajadores de confianza, entre los que se encuentran la Presidenta, regidores, directores, coordinadores y subdirectores, se llevan en conjunto 27 millones 264 mil pesos al año solo en sueldos. Pero si sumamos sus prestaciones (aguinaldo, prima vacacional, bonos, etc.), esta cifra podría ascender hasta 33 millones 163 mil 929.60 pesos.
Y aquí viene la pregunta que nadie en el gobierno municipal parece querer responder: ¿Por qué 90 trabajadores sindicalizados son un problema financiero, pero 61 altos funcionarios con sueldos y prestaciones millonarias no lo son? ¿Por qué los discursos de austeridad solo aplican para los de abajo?
Si seguimos subiendo en la escala de salarios, la disparidad es aún más indignante. 167 funcionarios de altos sueldos, que incluyen a aquellos que ganan hasta 16 mil pesos mensuales, entre ellos regidores, directores y coordinadores, suman al año la friolera de 50 millones 641 mil 670.40 pesos.
Curiosamente, esta cifra es casi equivalente a los 52 millones de pesos que la Presidente Municipal dice que se adeudan en prestaciones a los trabajadores sindicalizados desde hace 15 años. Pero claro, es más fácil culpar a los que menos tienen y convertirlos en el chivo expiatorio de una administración que solo busca proteger sus privilegios.
Resulta especialmente irónico que quien se autodenomina representante de un partido de «izquierda», ataque de esta manera a los trabajadores. La lucha sindical ha sido una de las bases históricas de la izquierda en el mundo entero. Pero aquí, en Cadereyta, parece que la «izquierda» solo es una etiqueta conveniente para el momento de hacer campaña.
Al final del día, lo que esta administración demuestra no es más que su propio desprecio por la clase trabajadora. No es la austeridad lo que les molesta, es que los trabajadores no acepten su rol de subordinación absoluta. No es la justicia lo que buscan, sino la sumisión. Y mientras los de abajo siguen luchando por unas pocas prestaciones básicas, los de arriba se reparten millones con la complicidad de un discurso político que ya nadie puede tomar en serio. La pregunta, entonces, no es si los trabajadores sindicalizados ganan demasiado. La pregunta es: ¿hasta cuándo los gobiernos seguirán abusando de los que menos tienen mientras se protegen a sí mismos con discursos huecos y mentiras descaradas?
