En Cadereyta, el discurso se estrella contra el parabrisas de la realidad. La presidenta municipal, que en múltiples ocasiones criticó —con aire moralista— a quienes se estacionaban frente al jardín principal obstruyendo el paso peatonal, hoy repite exactamente esa práctica… pero con su propia camioneta y toda la impunidad del poder.
Como si la autoridad otorgara un pase libre al cinismo, la mandataria municipal dejó su vehículo bloqueando el paso de los transeúntes, justo en el lugar que tanto señalaba como ejemplo del “desorden urbano”. ¿Qué cambió? ¿La regla, la calle… o simplemente su voluntad de cumplirla?
En política, el ejemplo no sólo arrastra, también evidencia. Y cuando quien gobierna se olvida de su propio discurso, lo que queda es el autoritarismo de “haz lo que digo, no lo que hago”.
Así se gobierna en Cadereyta: con discurso de orden y prácticas de caos.