En Cadereyta, el escenario político se ha convertido en un teatro de lo absurdo. La presidenta municipal, quien parece haber hecho de la victimización su estrategia de gobierno, ahora convoca a un espectáculo público en la plaza principal con la excusa de dialogar sobre el conflicto con el sindicato de trabajadores del municipio.
Según su narrativa, esta iniciativa busca que la gente presencie en vivo y en directo quién tiene la razón en este enfrentamiento. Sin embargo, detrás de este aparente ejercicio de transparencia se esconde una estrategia burda: trasladar un problema administrativo y legal al terreno del show mediático, buscando el aplauso de quienes aún crean su discurso de autocompasión.
El sindicato, con razón, ha rechazado la propuesta. Ellos insisten en que el conflicto debe resolverse en los canales correspondientes, es decir, ante el Tribunal de Conciliación y no en una arena pública donde las emociones reemplacen el derecho y las arengas sustituyan los argumentos legales.
No es la primera vez que la presidenta intenta convertir un problema administrativo en una cruzada personal. Su guion es predecible: ella es la líder incomprendida, la política perseguida por fuerzas malignas que buscan su caída, la heroína que se enfrenta a un sistema que no la deja gobernar. Sin embargo, la realidad es otra: una administración sin rumbo, incapaz de solucionar los problemas estructurales del municipio, que ante la falta de resultados prefiere el ruido a la acción efectiva.
Este tipo de espectáculos no son nuevos en la política. La estrategia de la cortina de humo ha sido utilizada por gobernantes de todos los niveles para desviar la atención de sus propias fallas. Pero lo que sorprende en este caso es la desfachatez con la que se intenta utilizar a la gente como público de un drama prefabricado.
El problema sindical es serio y requiere solución, pero la solución no está en un mitin disfrazado de diálogo. La presidenta municipal tiene la obligación de atenderlo con seriedad, respetando las instancias legales y los procedimientos establecidos, en lugar de buscar protagonismo en un espectáculo de tres pistas.
La ciudadanía de Cadereyta merece respuestas y resultados, no shows ni lágrimas públicas. Si la presidenta insiste en seguir interpretando el papel de la víctima, tarde o temprano el público dejará de aplaudir y exigirá algo más que teatro: exigirá soluciones reales.
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