En la política mexicana, los cambios de camiseta son tan comunes como las promesas incumplidas. Pero hay casos que rayan en lo grotesco, como el de los exdirigentes priistas Toño Macías y Poul Ospital, quienes, tras años de ser parte de la cúpula del PRI, ahora intentan reinventarse pintándose la cara de «payasos» y brincando al Movimiento Naranja como si de una purificación política se tratara.
Los argumentos que esgrimen para su cambio de bando son tan endebles como convenientes: hablan de falta de inclusión, de un partido secuestrado, de la pérdida de las causas ciudadanas. Sin embargo, convenientemente olvidan que ellos mismos fueron parte del grupo que tenía al PRI en el puño y que usufructuó el poder sin miramientos. En su lógica, parece que la redención política se logra con un simple cambio de chaleco y colores.
El problema no es solo la incongruencia de su discurso, sino el impacto de su llegada a Movimiento Ciudadano. Dentro del partido naranja, la molestia ha sido evidente. Muchos militantes que abandonaron otras fuerzas políticas creían que con su adhesión tenían garantizados espacios de relevancia para las próximas elecciones. Ahora, la irrupción de estos personajes empaña sus aspiraciones y genera un descontento que ha comenzado a reflejarse en redes sociales.
La política de reciclaje no es nueva en México. El pragmatismo electoral ha convertido a los partidos en estaciones de paso para aquellos que buscan mantenerse en el juego sin importar las siglas. Pero cuando quienes encarnaron las viejas prácticas intentan venderse como adalides de la renovación, la incongruencia se vuelve insoportable.
Es claro que Macías y Ospital no han cambiado; simplemente han encontrado un nuevo refugio político en donde, al menos por ahora, sus antecedentes no parecen ser un obstáculo. Pero la pregunta es: ¿realmente Movimiento Ciudadano podrá sostener una narrativa de frescura y cambio con expriistas de este calibre en sus filas?
La política no es un espectáculo circense, aunque algunos insistan en convertirla en uno. Y si algo demuestra este episodio, es que los ciudadanos están cada vez más atentos a estos juegos de oportunismo. Veremos si el público compra la función o si, esta vez, los payasos terminan con la pista vacía.
