Cadereyta se sin oxigeno… y su Gobierno también
Por décadas, las fuentes de Cadereyta no solo han sido parte del paisaje urbano, sino un auténtico símbolo de identidad comunitaria. Más que decoración, eran vida: punto de encuentro, sitio de recuerdos, paseo familiar, espacio de contemplación, incluso un modesto sustento para quienes encontraban en la pesca un respiro para su economía doméstica. Las generaciones mayores recuerdan con nostalgia aquellos días en los que era posible navegar en lancha sobre sus aguas, cuando el orgullo local se mezclaba con el murmullo del agua y el brillo de los peces.
Hoy, sin embargo, el sonido que domina es otro: el de la indiferencia institucional.
Llevamos más de tres semanas con los aireadores de las fuentes completamente apagados. La oxigenación del agua, indispensable para la supervivencia de la fauna acuática, se ha detenido. Los peces, desesperados, flotan en la superficie en busca de aire como si intentaran gritar lo que nosotros callamos: el abandono sistemático de lo que alguna vez fue un emblema de la ciudad.
¿Dónde está el gobierno municipal? ¿Qué prioridades tiene la administración de Astrid Ortega cuando las fuentes claman por ayuda y ella sigue más preocupada por su visibilidad en redes sociales que por las necesidades básicas de sus gobernados?
No es novedad que esta administración haya optado por el “show” en lugar del servicio. Nos ha quedado claro que la estrategia política es clara: likes primero, ciudadanos después. Mientras el pueblo sufre los efectos de una desatención rampante —fuentes en agonía, calles con baches, servicios públicos deficientes— la alcaldesa y su séquito se afanan por controlar la narrativa digital como si gobernar fuera un juego de influencers.
La realidad no se filtra en Instagram: se vive en carne propia. Y en este caso, la descomposición no solo es literal, sino simbólica. La falta de aireadores en las fuentes es un síntoma de algo más profundo: un municipio sin oxígeno institucional, sin impulso, sin liderazgo. Un gobierno que asfixia lo público mientras respira únicamente por la válvula del protagonismo político.
Por supuesto, sería mezquino cargarle todo el deterioro a esta administración. La decadencia de las fuentes tiene raíces de años atrás, pero el abandono actual es responsabilidad directa de quienes hoy ostentan el poder. Porque mantenerlas funcionando no requiere una licitación millonaria ni promesas de campaña, sino simple voluntad de gobernar con seriedad.
Y aquí no se trata de nostalgia, se trata de prioridades.
Se trata de preguntarse cómo una administración puede invertir en campañas de imagen, en videos, en eventos con fuegos artificiales ideológicos, mientras deja morir lo que es, a todas luces, patrimonio simbólico y natural del municipio. ¿Será que las fuentes no dan votos? ¿O simplemente no dan likes?
Es momento de exigirle al área de Servicios Públicos Municipales, y a la alcaldesa, que se dejen de selfies y comiencen a actuar. Que se desconecten un poco del reflector y se conecten, aunque sea una vez, a la realidad. Porque cuando los peces mueren por falta de oxígeno, es Cadereyta la que se ahoga.
Y si el gobierno municipal no entiende esto, que no se sorprenda si en las próximas elecciones, su administración también flota… pero boca abajo.
