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miércoles, mayo 7, 2025

Morena y la doble moral: Sheinbaum llama a la ética…

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Mientras borran el freno al proselitismo anticipado

La carta enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum al Consejo Nacional de Morena parecía, al menos en la superficie, un llamado contundente a la ética, la congruencia y el regreso a los principios fundacionales del movimiento. Con frases que apelan a la humildad, la austeridad y el rechazo absoluto al amiguismo, al derroche y al uso del poder como privilegio, la misiva fue recibida con vítores, aplausos… y contradicciones casi instantáneas.

Porque mientras el discurso presidencial advierte que «el fin nunca justifica los medios», la realidad partidista se apresuró a demostrar lo contrario.

Sheinbaum pide humildad, pero borran el candado al proselitismo

En uno de los puntos más significativos del documento, la presidenta exige evitar prácticas que comprometan la legalidad del proceso electoral. Y sin embargo, el Consejo Nacional de Morena borró sin explicación alguna el artículo segundo transitorio de los nuevos lineamientos, que prohibía expresamente a militantes y servidores públicos realizar cualquier acto anticipado de campaña.

El artículo, que ordenaba suspender todo acto de promoción personal previo a las precampañas del proceso 2025-2026, desapareció como por arte de magia del documento final, justo después de la emotiva lectura de la carta presidencial. ¿Se trata de una omisión accidental? Difícil de creer cuando las señales de proselitismo anticipado se multiplican en varios estados, donde “corcholatas locales” ya pintan bardas, reparten folletos y se promueven descaradamente en redes.

El doble discurso como marca de la casa

La contradicción no es menor. Mientras Sheinbaum habla de austeridad y repudia la frivolidad —aludiendo a viajes en helicópteros privados, ropa de marca y séquitos de guardaespaldas—, senadores y diputados morenistas siguen recorriendo el país en campañas personales bajo pretextos legislativos o actos sociales.

Mientras pide no “mirar a nadie de arriba abajo”, el partido que representa aprueba lineamientos para no reelegirse ni heredar cargos a familiares… pero solo hasta 2027, pese a que la Constitución ya establece la prohibición hasta 2030. Es decir, se presume una ética más estricta, pero se implementa tarde y con cláusulas diluidas.

Y mientras la presidenta insiste en no convertir a Morena en un partido de Estado, sus operadores más cercanos actúan como si ya lo fuera, utilizando estructuras institucionales para construir su imagen rumbo a los siguientes comicios.

Unidad y transformación, pero solo con obediencia

La carta de Sheinbaum también llama a evitar el “sectarismo” y el “exceso de pragmatismo sin principios”. Sin embargo, las luchas internas por las candidaturas en Chihuahua, Veracruz, Chiapas y otras entidades han sido tan violentas como opacas, y los señalamientos de compra de apoyos, campañas negras y favoritismos son el pan de cada día.

Caso emblemático es el de la senadora Andrea Chávez, quien fue acusada de usar recursos privados para promover su imagen rumbo a la gubernatura de Chihuahua. Sheinbaum no la menciona por nombre, pero su carta cae justo en medio del escándalo. No obstante, en el partido nadie parece dispuesto a frenar estas prácticas, porque lo que importa no es la congruencia, sino la disciplina vertical disfrazada de unidad.

¿De qué sirven los decálogos si nadie los cumple?

Lo que queda tras esta sesión del Consejo Nacional es un sabor amargo: se aplauden los valores, pero se aprueban excepciones; se exige honestidad, pero se permite el oportunismo; se presume cercanía con el pueblo, pero se acomodan reglas para que los mismos de siempre se sigan rotando el poder.

Morena no se está convirtiendo en un partido de Estado. Ya lo es. La estructura electoral, la narrativa presidencial, la disciplina interna y la centralización del poder lo colocan peligrosamente cerca del modelo de partido hegemónico que dice combatir.

La carta de Sheinbaum —con toda su buena intención— termina como un bello discurso para el archivo. Porque si los lineamientos inspirados en ella son mutilados antes de ser aplicados, ¿de qué sirve predicar principios que nadie en su partido se compromete a cumplir?

Claudia Sheinbaum tiene razón: si en el camino se pierden los principios, será difícil recuperarlos. El problema es que ese camino ya está lleno de desvíos tolerados, de discursos vacíos y de lineamientos que se editan entre aplausos. En Morena, la ética se aplaude, pero no se aplica. Y la transformación que tanto pregonan, si sigue por este rumbo, solo será un espejismo con ropaje de decálogo.

Morena y la doble moral: Sheinbaum llama a la ética… mientras borran el freno al proselitismo anticipado

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