Hace unos momentos la rutina en la cárcel municipal de San Juan del Río se vio interrumpida por un llamado de emergencia. Un detenido, que hasta ese momento no había mostrado signos de malestar, comenzó a quejarse de fuertes dolores, generando preocupación entre los custodios. Ante la situación, los protocolos de atención fueron activados de inmediato, y en cuestión de minutos, una ambulancia de la Cruz Roja irrumpió en la escena.
Las puertas del penal se abrieron para permitir el acceso del equipo de paramédicos, quienes, con profesionalismo y celeridad, se dirigieron al detenido. Bajo la atenta mirada de los custodios y el resto de los reclusos, los especialistas de la Cruz Roja evaluaron la condición del hombre, quien se mostraba visiblemente afectado. El ambiente, que usualmente se llena de tensión entre rejas, estaba teñido de una incertidumbre silenciosa.
Los paramédicos realizaron un examen exhaustivo. Después de varios minutos que parecieron eternos, se anunció que el detenido se encontraba estable, aunque continuaría bajo observación médica. La rápida intervención evitó que la situación se complicara, y aunque el hombre seguirá en custodia, su salud ya no representa un riesgo inminente.
Los custodios, nuevamente al mando, cerraron las puertas detrás de la ambulancia que se retiraba del lugar. Mientras tanto, los otros internos miraban desde sus celdas, sabiendo que incluso detrás de los muros de la prisión, la fragilidad de la vida puede romper la rutina en cualquier momento.
Una vez más, la Cruz Roja demostró su capacidad de respuesta, tanto dentro como fuera de los muros de San Juan del Río, recordando que incluso en un espacio donde las reglas son estrictas, las emergencias no distinguen entre libertad y encierro.