Cadereyta, un municipio que en sus raíces resguarda historia y tradición, se enfrenta hoy a un espectáculo político que bien podría catalogarse como teatro del absurdo. La reciente inauguración de los llamados “Jueves del Pueblo” por parte de la presidente municipal, Astrid Ortega V., ha dejado más preguntas que respuestas, y más ruido que sustancia.
Con el eco de un supuesto «gran descubrimiento» de irregularidades por un monto de 39 millones 559 mil 692 pesos, Ortega hace un desplante público sobre presuntas anomalías en dos áreas clave de la administración: Comunicación Social y Oficialía Mayor. ¿Nombres? Ninguno. ¿Responsables? Tampoco. ¿Pruebas? Brillan por su ausencia. ¿Entonces? Simplemente cifras que, en teoría, deberían encender las alarmas, pero que en la práctica parecen más un ejercicio de populismo que de justicia.
La cifra es escandalosa, y en cualquier otro contexto, implicaría la inminente persecución judicial de los implicados. Sin embargo, el silencio sobre acciones concretas genera dudas. ¿Será este el inicio de un combate serio contra la corrupción o sólo una estrategia para ganar titulares y atraer reflectores? Porque si estas irregularidades fueran reales, ya estaríamos viendo a los responsables tras las rejas. Y si no, simplemente se trata de cifras diseñadas para el escándalo y el beneficio publicitario.
El espacio donde se realizaron estos “Jueves del Pueblo” también es simbólicamente irónico. Ortega eligió la “Antigua oficina del Presidente Municipal” para lanzar sus denuncias, una oficina que, recordemos, prometió no utilizar. Y sin embargo, ahí estuvo, cómodamente instalada. Este tipo de contradicciones han provocado que en los pasillos de Cadereyta se le refiera a la presidente con el apodo de «La Chimoltrufia»: “Como dice una cosa, dice otra”. Una etiqueta que, aunque coloquial y sarcástica, refleja la creciente frustración y desconfianza de los ciudadanos ante su gobierno.
Lo que podría haber sido un esfuerzo legítimo por acercarse a la gente y rendir cuentas, se está convirtiendo en una serie de «diálogos de sordos», donde se habla mucho, pero se dice poco. La ciudadanía merece claridad, hechos comprobables, y sobre todo, un gobierno que respalde sus palabras con acciones concretas. De lo contrario, estos “Jueves del Pueblo” serán simplemente otro escenario más para el circo político.