El Jaguar
En las culturas prehispánicas
Uno de los animales que por siglos ha cautivado al mundo y en especial a las culturas prehispánicas de este lado del mundo y que fue parte importante de la cosmovisión de estos pueblos, fue el jaguar (Felis onca).
Uno de los ejemplos más claros fue la cultura Olmeca, quienes representaban hombres con rasgos de felino, por ejemplo, le rindieron un culto especial al jaguar, del que dan cuenta las esculturas de los hombres jaguar, que combinan los atributos físicos de ambos seres (“El icono felino en México fauces, garras y uñas”.
Pasaron los siglos y una nueva cultura dio muestra de la importancia de este animal para otro de los pueblos más destacados de nuestros antepasados.
Fueron los Teotihuacanos quienes representaron el poderío de este animal que lo representaban con atributos de otros animales, como aves y serpientes.
El común denominador es que el Jaguar simbolizaba la noche y era el nahual por excelencia de los hombres más importantes (como el gobernante o los sacerdotes).
También se le vinculó con los hechiceros y de los propios dioses como Tezcatlipoca, cuya relación con este Dios fue estrecha, ya que en los mitos de la creación este fue el primer Sol, que al ser desplazado por Quetzalcóatl, se convirtió en jaguar.
Otro vínculo entre el felino y los dioses la encontramos en Tepeyólotl (Corazón del monte), deidad que es una advocación de Tezcatlipoca y se representa como un jaguar.
Este era el compañero del águila por eso, en el Posclásico tardío, a los guerreros valientes se les llamaba cuauhtli- océlotl (águila-jaguar).
También hay que destacar que el puma estaba estrechamente relacionado con el jaguar y es el felino más representado en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan.
Más adelante en lo que se refiere a la cosmovisión mexica, el jaguar estaba divinizado y se le asignaba un papel muy importante ya que su naturaleza de cazador nocturno y su piel manchada, se lo asociaba con la noche y, en especial, con las estrellas.
Según la “Leyenda de los soles” de los mexicas, el jaguar como verdugo de nuestra especie, fue quien se encargó de finiquitar a la primera humanidad durante la era de Nahui-Ocelotl (cuatro jaguar), cuando Tezcatlipoca tomó la forma de este felino para completar la misión (“Leyenda de los soles” manuscrito anónimo de 1556, traducción de Primo Feliciano Velázquez).
Más adelante, durante la caída de Tolan (Tula), mientras Quetzalcóatl y Tezcatlipoca jugaban a la pelota, este último se convirtió en jaguar (tal como lo hizo al acabar con la primera humanidad) y logró que los toltecas, en su huida, cayeran a un barranco y se ahogaran (“Historia eclesiástica Indiana”, de Fray Gerónimo de Mendieta).
Como podemos ver, ambos casos colocan al jaguar como un verdugo de la humanidad, según esta leyenda, todo parece indicar que nuestra era no será la excepción pues según esta leyenda mexica de los soles-, terminará un día llamado “Nahui-Olin” (cuatro movimientos), por movimientos de tierra, es decir, por terremotos y ¿quién crees que es el dios de los terremotos? ¡El jaguar, claro!, a quienes los nahuas llaman Tepeyolotl, Corazón del monte.
De acuerdo a esto, este poderoso felino poseído por la esencia de este dios, tiene una misión única en la tierra, y esa es la de exterminar a la humanidad.
Pero la tarea del jaguar no se limita únicamente a interactuar de forma violenta con la humanidad sino que -en códices como el Borgia-, se lo representa con ojos nocturnos que evocan a las estrellas.
En este códice, las manchas de su piel representan al cielo estrellado, lo que indica que es en la oscuridad donde mayor poder ejerce, lo mismo que su dios tutelar Tezcatlipoca, a quien Bernardino de Sahagún describe como:
“El jaguar también tiene un íntimo vínculo con la luna, pues en la leyenda de la creación del sol y la luna en Teotihuacan, es también un jaguar quien se arroja a la hoguera siguiendo al sol”.
Para los mexicas, la tierra es representada por la diosa Tlaltecuhtli, a quién se le puede apreciar con el símbolo del poder del jaguar: sus garras.
También se tiene como cierto que el ejército mexica tenía una orden de los ocelopilli (noble jaguar o guerrero jaguar), que eran parte de los soldados de élite y que debían demostrar la fortaleza y valentía de este animal en el campo de batalla.
Entre los mayas, el jaguar también fue un animal muy importante, relacionado con la hechicería.
Un ejemplo de esto son los Chilam Balam, o “chilames”, que eran los brujos especializados en profetizar el futuro, como los de Maní, Tizimín, Chumayel, Kahua, Ixil, Tekax, Nah y Tusik, siendo el más conocido el Chilam Balam de Chumayel.
También en el Popol-Vuh, los cuatro primeros hombres de la creación tienen un aspecto felino que es revelado por su nombre y son:
Balam-Quitzé (Jaguar de fuego)
Balam-Acab (Jaguar de tierra)
Mahucutah (Jaguar de la luna)
Iqui-Balam (Jaguar de aire).
De ellos, según la cosmovisión maya, desciende el resto de la humanidad.
Estas leyendas nos muestran al jaguar como un ícono del poder tanto físico como sobrenatural en el campo de batalla y también en el aspecto mágico.
Lo que nos decía que aquellos hombres y mujeres que pertenecían al linaje de los jaguares tenían alguna de sus cualidades y eso elevaba su estatus a un nivel de respeto muy por encima del resto de los guerreros o hechiceros.
Si Tezcatlipoca supiera que los jaguares hoy en día se encuentran en peligro de extinción, seguramente ya estaría planeando el fin de nuestra humanidad también… ¿O ya lo sabe y estamos en camino?